Designios de Hombres y Mujeres
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Designios de Hombres y Mujeres
LAS LEYES DEL NACIMIENTO
-“No lo entiendo, eres mujer pero dices ser guardia gris”
-“Soy mujer, Sten”
-“Entonces no puedes ser un guardia gris. Uno de los dos conceptos debe estar equivocado: las mujeres no luchan. Son agricultoras, madres o sanadoras, pero no son hombres. Nosotros no elegimos ser enanos, elfos o humanos, aceptamos el destino tal cual viene.”
-“Pues soy mujer, una mujer que quiere luchar”
-“Eso no es posible. Si eres mujer no puedes pretender luchar. Los mercaderes son eso, no pretenden ser guerreros; ni los guerreros pueden ser políticos. Nadie cambia lo que le ha sido destinado”.
-“Quizás no puedan elegir como nacer, pero sí elegir lo que quieren ser”
-Adaptación de una conversación entre Sten y la noble Cousland.
Aunque los Guardas Grises, en todo su esplendor, haya tratado por igual a nobles y plebeyos, a ladrones, elfos y magos, y a hombre y mujeres; la realidad en Ferelden es que ese trato no es tan común. Los hombres y las mujeres de Ferelden son muy diferentes, tan diferentes como sus privilegios y obligaciones.
Las mujeres fereldenas son las guardianas del hogar, las consejeras de sus nobles esposos o las cómplices de sus amantes, pero no disponen de tantos privilegios ni están a la misma altura que los hombres.
Las mujeres nobles son las representantes protocolarias de sus esposos, las que se encargan de atender y entretener a sus huéspedes mientras los nobles discuten asuntos del reino. Ellas no tienen voz para decidir mientras puedo hacerlo su esposo y tras él, su hijo; su papel encarna la más absoluta abnegación conyugal, dando hijos al reino y calentando la cama para el señor. Sin embargo, es la dueña y señora del castillo: ordena lo que se ha de hacer y ejecuta las desobediencias, teje las urdimbres que los hombres no miran y es la encargada de tratar delicados asuntos como los casamientos y las dotes.
Las hijas de los nobles disponen aún de menos libertad que su madre. Jóvenes destinadas a compartir su vida con un hombre al que no conocerán hasta el día de su boda, sólo la moneda de cambio y el pacto entre dos familias. Son educadas para satisfacer al hombre y convertirse en sacrificadas madres.
En el juego, tenemos un ejemplo casi excepcional, la hija menor de los Cousland (sí, también se puede ser chico, pero este ejemplo ilustra lo que pretendemos decir). Se supone que la chica Cousland ha tenido libertad para hacer lo que ha deseado y que incluso, será la mano gobernante en ausencia de sus padres y su hermano mayor.
Esto es así porque la presencia masculina se ausenta del contexto, pero en realidad, la chica Cousland no dispondría tanta autoridad si hubiera jugado en el contexto que deseamos.
Las mujeres plebeyas no tienen porque seguir el mismo patrón que las nobles: ellas sólo rinden cuentas cuando el hombre las sustenta y a veces, ni eso. Las humildes disponen, irónicamente de más libertad de decisión que las nobles, dado que a ellas no les se exige nada. Su vida se basa en la supervivencia, no en la política.
El fin de este post informativo no es otro que poner de manifiesto ciertos aspectos que la Administración quiere destacar para dotar la ambientación del foro de cierto toque más realista. Sin embargo, con esto no sentenciamos a las féminas del foro a resignarse a estar en casa o a ser unas pordioseras. Pese a que su situación sea ligeramente más complicada, no quiere decir que no pueda hacer lo que desee.
La mujer es libre de decidir lo que quiere hacer con su vida, desde asumir su papel o rebelarse ante lo establecido, convertirse en una autoritaria líder de guerra, ser la reina más poderosa del reino o la más temible ladrona de las calles de Denerim.
No hemos mencionado a las magas del Círculo porque su situación es equitativa con sus congéneres masculinos: son todos igual de repudiados. Y pese a ello, nadie les quita el mérito de querer ser más de lo que podrían ser.
La superación y las metas son grandes expectativas de cara al juego, ofrecen tramas jugosas, diálogos más conflictivos y suponen un mayor reto. A fin de cuentas, lo que importa no es el origen, sino el final.
-“No lo entiendo, eres mujer pero dices ser guardia gris”
-“Soy mujer, Sten”
-“Entonces no puedes ser un guardia gris. Uno de los dos conceptos debe estar equivocado: las mujeres no luchan. Son agricultoras, madres o sanadoras, pero no son hombres. Nosotros no elegimos ser enanos, elfos o humanos, aceptamos el destino tal cual viene.”
-“Pues soy mujer, una mujer que quiere luchar”
-“Eso no es posible. Si eres mujer no puedes pretender luchar. Los mercaderes son eso, no pretenden ser guerreros; ni los guerreros pueden ser políticos. Nadie cambia lo que le ha sido destinado”.
-“Quizás no puedan elegir como nacer, pero sí elegir lo que quieren ser”
-Adaptación de una conversación entre Sten y la noble Cousland.
Aunque los Guardas Grises, en todo su esplendor, haya tratado por igual a nobles y plebeyos, a ladrones, elfos y magos, y a hombre y mujeres; la realidad en Ferelden es que ese trato no es tan común. Los hombres y las mujeres de Ferelden son muy diferentes, tan diferentes como sus privilegios y obligaciones.
Las mujeres fereldenas son las guardianas del hogar, las consejeras de sus nobles esposos o las cómplices de sus amantes, pero no disponen de tantos privilegios ni están a la misma altura que los hombres.
Las mujeres nobles son las representantes protocolarias de sus esposos, las que se encargan de atender y entretener a sus huéspedes mientras los nobles discuten asuntos del reino. Ellas no tienen voz para decidir mientras puedo hacerlo su esposo y tras él, su hijo; su papel encarna la más absoluta abnegación conyugal, dando hijos al reino y calentando la cama para el señor. Sin embargo, es la dueña y señora del castillo: ordena lo que se ha de hacer y ejecuta las desobediencias, teje las urdimbres que los hombres no miran y es la encargada de tratar delicados asuntos como los casamientos y las dotes.
Las hijas de los nobles disponen aún de menos libertad que su madre. Jóvenes destinadas a compartir su vida con un hombre al que no conocerán hasta el día de su boda, sólo la moneda de cambio y el pacto entre dos familias. Son educadas para satisfacer al hombre y convertirse en sacrificadas madres.
En el juego, tenemos un ejemplo casi excepcional, la hija menor de los Cousland (sí, también se puede ser chico, pero este ejemplo ilustra lo que pretendemos decir). Se supone que la chica Cousland ha tenido libertad para hacer lo que ha deseado y que incluso, será la mano gobernante en ausencia de sus padres y su hermano mayor.
Esto es así porque la presencia masculina se ausenta del contexto, pero en realidad, la chica Cousland no dispondría tanta autoridad si hubiera jugado en el contexto que deseamos.
Las mujeres plebeyas no tienen porque seguir el mismo patrón que las nobles: ellas sólo rinden cuentas cuando el hombre las sustenta y a veces, ni eso. Las humildes disponen, irónicamente de más libertad de decisión que las nobles, dado que a ellas no les se exige nada. Su vida se basa en la supervivencia, no en la política.
El fin de este post informativo no es otro que poner de manifiesto ciertos aspectos que la Administración quiere destacar para dotar la ambientación del foro de cierto toque más realista. Sin embargo, con esto no sentenciamos a las féminas del foro a resignarse a estar en casa o a ser unas pordioseras. Pese a que su situación sea ligeramente más complicada, no quiere decir que no pueda hacer lo que desee.
La mujer es libre de decidir lo que quiere hacer con su vida, desde asumir su papel o rebelarse ante lo establecido, convertirse en una autoritaria líder de guerra, ser la reina más poderosa del reino o la más temible ladrona de las calles de Denerim.
No hemos mencionado a las magas del Círculo porque su situación es equitativa con sus congéneres masculinos: son todos igual de repudiados. Y pese a ello, nadie les quita el mérito de querer ser más de lo que podrían ser.
La superación y las metas son grandes expectativas de cara al juego, ofrecen tramas jugosas, diálogos más conflictivos y suponen un mayor reto. A fin de cuentas, lo que importa no es el origen, sino el final.
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